miércoles, 16 de diciembre de 2015

A la espera de la muerte para al menos verte

Ella era increíble, tenía la piel canela, su cabello alborotado rodeaba sus hombros, sus ojos hinchados y achinados; y una sonrisa perfecta, sincera y sin censura.
Me tenía enamorado con la manera en que me hablaba mirándome siempre a los ojos mientras caminábamos juntos, ella de mi regazo y yo cargando su mochila negra con parche de Narcosis en mi espalda, era sencilla, graciosa y divertida, le gustaba mucho el dulce, su favorito eran las galletas de chocolate rellenas de menta, tomaba Coca cola, tomábamos ron.
Siempre nos encontrábamos en el parque que está detrás de mi casa, habían muy pocas personas y había aún menos luz a excepción de los fines de semana que los del barrio lo convertían en cantina y fumadero, en point.
Nos gustaba la misma música, amábamos el rock y más el de nuestro país, amábamos el ska, el punk y todo el rock en general, nos gustaban las mismas bandas, amábamos a Daniel F, a Morbo y a Narcosis. Nos divertíamos estando juntos caminando por ahí o yendo a algún concierto  o cocinando en mi casa, disfrutábamos de la compañía del otro y nos encantaba fumar marihuana y estar hablando tonterías y morir de risa, aunque creo que solo yo moría porque las risas de ella terminaban en hermosos orgasmos de risa y yo disfruta, ambos disfrutábamos de esa escena casi erótica pero no por eso menos romántica.
Chatear con ella era lo que más me importaba en esos días, eran días tranquilos, donde las personas se veían más amables, más personas, la relación con mi familia mejoró, no fumaba otra cosa que no sea marihuana y tampoco la fumaba si ella no estaba conmigo, era mi mejor amiga y la mejor enamorada; era todo.
Por ella lo hubiese dejado  todo si me lo pedía, dejaba mi familia, mis amigos, mis estudios y mi vida entera para rehacerla junto a ella, solos, los dos y lo haría más de una vez si así ella me lo pidiera. Me sentaba en el jardín de mi casa, veía el atardecer, escuchaba música  y pensaba en ella, recordaba lo que hacíamos, lo que hablábamos y nos reíamos estando juntos, en la noche ella llegaba con su uniforme azul de su instituto y yo la esperaba recién bañado y cambiado solo para estar bien frente a ella, la saludaba con un beso en la mejilla y al acercar mi rostro junto al suyo tenía la gracia divina de sentir  su aroma único, jamás percibido en otros cuerpos, era el aroma que emanaba de su cabello y de su piel que al entrar por mi nariz se alojaban en mi cabeza y era como recibir morfina: tranquilidad y no más dolores ni angustias.
Nunca hubo otras mujeres para mis ojos, era la única y lo sigue siendo, ella es mi universo y yo solo soy un pequeño planeta que la mira embelesado por su grandeza e infinita belleza. Era feliz.
Daría todo por volverla a ver, lo cambiaría todo por solo un momento junto a ella, por tenerla frente a mí y decirle todo lo que tengo dentro, decirle que mi vida no es vida sin ella, que desde que no está la gente es menos gente, que esa gente apesta y que me perdone por intentar buscar su aroma en otro cuerpo, que fumar marihuana es inútil si ella no está y que le juro que me castigaré si alguna noche, aunque sea solo una, no sueñe con ella.        
Hay tantas cosas que contarle que cuando nos encontremos la infinitud del tiempo no será suficiente. No la olvido y no intento hacerlo, no hay motivo. Ya pasaron cuatro años desde que su primo Christian la asesinó y tres años y medio desde que estoy recluido en esta prisión por asesinarlo; y la sigo amando, para siempre.

sábado, 13 de junio de 2015

Sábado 13 de Junio



Si la dignidad fuera una de mis grandes cualidades, 
créeme que no te buscaría.
Si el orgullo mío no fuera tan insignificante como lo es ahora, 
gracias a ti, 
estoy seguro que tu vanidad fuera nada.
Vives porque muere mi orgullo. 
Que triste... para mí.

Pero el "amarte" tanto no implica, en mi caso, 
que estés en mis pensamientos todo el tiempo.
Hoy es sábado, 
recuérdelo, 
y ahora mismo en mi cabeza no hay espacio ni para un mínimo recuerdo de ti.

Tendré de todo con quien sea,
en donde sea, inmoral.
Que bien suena: inmoral, delicioso.

domingo, 7 de junio de 2015

Mi hermano



Terminamos de jugar básquet  y caminamos sudorosos, exhaustos y sin aliento hasta mi casa en busca de marihuana. El llevaba la casaca puesta a pesar del insoportable calor y de haber sudado mucho, yo en polo y respirando rápido sentía que ya no daba más, contaba los pasos para llegar a nuestro destino, mi casa, para fumarme un par de porros con mi camarada, mi hermano, David.

Llegamos a mi casa, donde a pesar de estar bajo un techo sentíamos los rayos del insoportable sol de aquel Viernes. Nos lavamos, descansamos un rato hablando de nuestro mal estado físico (hacía mucho que no hacíamos deporte), cogimos la bolsa de marihuana y salimos con la idea de ir, primero, a su casa a dejar su balón de básquet y luego fumar tranquilos caminando por ahí. Lo esperé en la esquina de su casa, entró y salió en pocos minutos, íbamos caminando, el hablándome de mujeres, era un depravado arrecho que le gustaba hablar de ciertas chicas que le gustaban, pero era mi brother, y yo desmoñando la marihuana con gran dedicación para armar el respectivo porro.

A dos cuadras de su casa se me ocurre voltear a ver, a nada en especial, y me sorprendí al ver a su mamá siguiéndonos, sigilosa:
-Anda a tu casa, creo que tu vieja está molesta huevón.
–Sí, mejor me voy, mi vieja piensa que vamos a fumar- Respondió David sin hacerse problemas, fue al encuentro con su madre y pensé que todo había acabado.
–Me fumaré esto yo solo, en mi casa, más tranquilo-dije en mi cabeza. 

Doblando la esquina para irme a casa me di cuenta que la tía me seguía y supuse que no era para saludarme, al doblar la esquina corrí riéndome (no sé de qué) y después camine como si nada, la señora, que recién volteaba la esquina me gritó y dándose cuenta que yo había corrido, empezó a trotar y decirme que quería hablar conmigo. Me detuve y la esperé (grave error), estábamos ya cerca al mercado, a dos cortas cuadras de mi casa, muchas personas caminaban por la zona.

-Joven,con usted quiero hablar. No quiero que busque a David, él está mal, está llevando un tratamiento y usted le hace daño dándole drogas- Dijo la tía mirándome a los ojos, a través de sus lentes con lunas gruesas. Molesta, indignada, protegiendo a su retoño de un maleante, de un malogrado que le facilitaba drogas.

 Yo asombrado, un poco asustado por la manera en que me había hablado, tratándome como si yo obligara al manganzón de su hijo a meterse marihuana tratándome como una lacra que malogra chicos inocentes:            
                                            
-¿Qué? Señora porque habla así, yo no soy ningún fumón, yo no le he dado nada a David.
-Si tú te malogras es tu problema, pero no arrastres a mi hijo a tu vicio, por favor aléjate de David, ya no lo busques porque si no voy a hablar con tus padres que creo que no te controlan.

Me quedé: Quééééé!!! Putamadre, que quemada la tía para hacerme  esto  en plena calle.

-Señora por favor, no hable sin saber, yo no soy como usted dice y yo no lo busco a David para nada de eso y si no quiere que hable con él, no se preocupe, ya no voy a andar con él. Respondí  sin gritar, tranquilo, si llamábamos mucho la atención algún conocido nos veía  y ahí sí, la cagada.

-Ponte serio que ya no eres un niño, ponte a estudiar, a hacer algo productivo con tu tiempo en vez de estar en la calle vagando.
-Ya señora.

Salí de la bochornosa situación caminando tranquilo pero avergonzado, por ratos mirando al suelo, preocupado de que no me vieran. El camino a casa se hizo interminable a pesar de la corta distancia, entré y me sentí un poco más cómodo, me senté dando un suspiro, termine de armar el porro y lo prendí sin dudar.

Ya relajado, más tranquilo, recordando lo que me había dicho la señora, me quedé pensando un largo rato: ¿Dónde estaba David en ese momento? ¿A qué se refería la señora cuando dijo que David estaba en tratamiento? ¿Era verdad o lo decía solo para hacer drama? Yo no soy drogadicto y si lo fuera  nunca malograría a nadie.

A los cinco meses, sin saber de David, no se conectaba al facebook, mi buen amigo se apareció por mi casa y hablamos de lo que había pasado, me pidió disculpas y me contó que tiene esquizofrenia, que andaba mal de la cabeza por lo que llevaba un tratamiento y que veía a un psiquiatra. Le dije que debió habérmelo dicho, que estuvo mal que fumara marihuana estando enfermo, que podía venir cuando quiera, que nunca le obligaría a meterse algo que no quiere (o que en su caso, no puede), le dije que ya pasó, que era mi pata, conversamos un rato más y se fue.

No supe más de él, yo no podía ir a su casa y el no volvió a buscarme.



~Espero que estés bien de salud y que cumplas tus sueños. Te aprecio mucho mi hermano.
La vida nos dará un reencuentro ;)


lunes, 1 de junio de 2015

Vivo en Luis Felipe

Es difícil vivir en Luis Felipe, un lugar sin nada, los fines de semana pasan como si nada, como si fuera un día más de la semana, lleno de cojudos que se alegran y juntan su plata cuando se anuncia que alguna “orquestucha” chichera (que para colmo ni siquiera son los originales sino sus imitadores) se va a presentar en la plazuela del asentamiento. La basura que nace en las esquinas gracias a los vecinos y que se reproduce hasta unos metros más allá gracias a esos caninos callejeros que hacen de la concentración de basura su banquete, a veces trato de encontrarle el lado bueno y pienso que la gente tira su porquería con la intención de que los perros callejeros tengan de  que alimentarse, pero lo pienso bien y… no, para nada.
Mi asentamiento tiene dos locos (antes había tres), uno anda por el mercado y los restaurantes pidiendo comida, gordito, le falta un diente pero tiene la sonrisa mas honesta e inocente del pueblo; la otra: una señora delgada, cabello ondulado y muy sucio, mirada de mujer amargada, responde cuando los niños más grandes la molestan y se burlan de ella: te voy a meter cuchillo- amenaza la pobre señora, incomprendida y asustada en un mundo en el que nadie la entiende y no pretenden entender.

La gente de la calle. Gente de mal vivir, drogadictos, tristes vendedores de pasta y marihuana (una marihuana muy mala por cierto) que no llegan ni a dealers, orgullosos ladrones y borrachos y que se jactan de no tener miedo a nada ni nadie: yo estoy en mi barrio compadre, que chucha va a pasar. Son, sin duda, los que empeoran Luis Felipe; números uno como vendedores de todo lo que roban, “todo para la cabeza”  es su frase, todo por la pasta (la he probado y no es gran cosa), los drogadictos más abanderados, angustiados, te ofrecen de todo, a veces hasta parece broma lo que se les ocurre vender, desde lo más “normal”: una prenda, pasando por un cachorrito “chusco” hasta un “ula ula o un pollo muerto pelado. Es increíble pienso, pero después digo: son drogadictos pues y son de Luis Felipe.